frontera
límite.
(Del lat. limes, -ĭtis).
mestizaje.
1. m. Cruzamiento de razas diferentes.
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“Lo que resiste sólo puede sobrevivir enquistándose.” ya que, una vez registradas sus diferencias, pasa a formar parte de la “industria cultural”
(Adorno, 1969)
Verena Stolcke, profesora y antropóloga en la Universitat Autònoma de Barcelona, explica que, más que diluir identidades culturales puras, lo que en verdad hacen los mestizajes es reconstruir las diferencias activamente a base del franqueo de fronteras.
¿Puede la literatura de mestizaje impedir convertirse en un mero valor de intercambio, es decir, que el elemento diferencial de su particularidad sea absorbido en términos de un equivalente universal? A partir de su propia lógica, la literatura de minorías se encuentra sobredeterminada por la experiencia conflictiva en la construcción de colectivos, opera como espacio alternativo de una identidad que se constituye en la diferencia, al mismo tiempo que define los márgenes externos del canon hegemónico.
Si la experiencia como forma de conocimiento se constituye a través tanto del lenguaje y modelos de percepción dados por una cultura determinada, como de una instancia subjetiva, se entiende entonces que el ser “mestizo” se configura en un punto paradojal en la intersección de percepciones contrapuestas. Este sentido de dislocación de aquél que nunca termina de adecuarse en ninguna parte, debido al ir y venir entre ambas formas de experiencia, lo obliga a confrontar constantemente el orden constituido en cada una de ellas, lo que deriva en formas de la aprehensión alternativas y modos críticos de conocimiento, que se contraponen al mecanicismo de la cultura hegemónica.
La literatura de mestizaje muestra en este sentido, la fecundidad de los espacios alternativos, la heterogeneidad de enlaces posibles a partir de las diferencias. Esto favorece un reposicionamiento constante y activo en las formas de percepción de las minorías en relación al poder político hegemónico. La literatura de mestizaje niega los universales impuestos, al mimo tiempo que le devuelve sus vínculos primitivos, es decir le recuerda su naturaleza.
Esta cultura se diferencia de otros casos de interacción cultural, –generalmente entendidos en términos de “transvaloración” (Todorov, 1988) –, porque la experiencia de la mayor parte de los mestizos se encuentra determinada por dos series, la de su herencia cultural y la de la cultura hegemónica. Estas dos series conviven en forma paralela e involucran tanto a las lenguas como al desenvolvimiento de los sujetos dentro de las tradiciones y formas de ambas culturas, de ahí que Tino Villanueva lo explique como un fenómeno de “bisensibilidad”:
“[...] nos movemos entre dos culturas: la de la intrahistoria, o sea la heredada, que a diario seguimos mamando del seno del hogar; y la otra, la oficial, la que formula nuestra vida educativa y que rige nuestro comportamiento profesional de acuerdo con las tradiciones y las leyes anglosajonas-norteamericanas.”
En relación a las intersecciones que atraviesan estos márgenes, el uso de la lengua en el habla y la literatura modela las experiencias de la cultura a través de un uso “menor”, así como el mestizo vive el exilio en su propia tierra, puede decirse que es un extranjero en las lenguas “mayores”. Lo mestizo interviene tensionando, normalmente, dos lenguas. A partir del uso del “code switching” o “cambio de código”, esta literatura descubre un espacio inter-lingüístico, una nueva forma de percepción a partir de los ejes de experiencia que cada cultura le proporciona, de ahí que no se pueda hablar exactamente de “bilingüismo”, sino de una lengua híbrida o mestiza que, según Tino Villanueva, puede ser definida como “bisensible”. La lengua y literatura mestizas permiten “Soñar, en sentido opuesto” a la lengua del Estado (Deleuze y Guattari, 1990), conectando múltiples diferencias y contraponiéndose al estatuto hegemónico del canon literario nacional.
[…]
Para sobrevivir en la frontera
debes vivir sin fronteras
ser un cruce de caminos.
Gloria Anzaldúa
[Traducción: Dr. Rolando Costa Picazo]
Aunque el precio de la supervivencia para las literaturas menores sea “enquistarse”, no dejan por eso de ser parte del tumor que cada cultura menor extiende en la cultura hegemónica, ya que tiene sus raíces en las condiciones materiales que el mismo sistema establece. La literatura es al mismo tiempo partícipe y extraña a un sistema para el que se constituye en la evidencia de su propia contradicción.
Jessica Orera
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